Se acercan las 10 de la noche y
en los alrededores del Café Teatro Bertolt Brecht en La Habana, se reunen
grupos de amigos a la espera de que comience el concierto de la noche. Yo soy
un privilegiado, pues al ver aparecer a José Luis Beltrán, guitarra y director
del grupo Reflexión, me acerco para darle el abrazo que llevo dándole desde
nuestra primera juventud. Acto seguido me presenta a Ivette y como era de
esperar, también surge la magia.
Dejamos atrás a los seguidores de
la cantante. Palabra tras palabra ocupamos un sitio cerca del escenario, y algunas
fotos desafortunadas por mi parte, dan paso a esta Prueba de sonido…
La sala continúa siendo íntima,
es de aquellos espacios que invitan a disfrutar la vida. Las luces se reparten
entre instrumentos y rostros, entre sombras y cuerpos. Sonidista y utilero se
afanan en que todo sea perfecto. Los músicos se acercan a sus instrumentos, lo
repasan todo. Un preocupado asistente coloca partituras, reparte el guión para
esa noche.
Baja la luz. Suenan los primeros
acordes.
Su voz firme, clara, sonora,
consume las notas desde la dulzura hasta el desgarro. Se adivina el camino
recorrido, el tener cosas que contar a través de sus interpretaciones. Golpea
el sentimiento de cada sílaba. Hay dolor y nostalgia proyectados en su voz, hay
alegría e ilusión en sus ojos. Camina suave sobre las tablas que la reconocen. Yo
repaso el guión de la noche y me complace saber que escucharé temas como Tal vez, Perdóname conciencia, De mis recuerdos o Regálame esta noche. Inconscientemente pienso en el nombre de
grandes cantantes cubanas, “las de siempre”, como suelo llamarles, y esto me
regocija aún más. Otra mujer se suma a la lista de ellas, las de siempre.
La Cepeda, como he oído que le
llaman sus fans, comprueba cada sonido, cada referencia… Entonces su voz comienza
a ser un regalo para mí, en prueba de sonido.
Guillermo Torres
La Habana, 9 de febrero 2013
Imágenes: Guillermo Torres
Imágenes: Guillermo Torres
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